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jueves, 27 de septiembre de 2012

Rajoy apela a la mayoría silenciosa

Antonio Berni - La mayoría silenciosa (1962)
Materiales varios sobre madera 180 x 152 cm
España está sumergida en una de las peores crisis de su historia moderna, los elementos que la definen no son muy diferentes a los que se presentan en otros países europeos y en todos ellos se aplica para enfrentarla una estrategia similar. La estrategia está diseñada y supervisada por el Banco Central Europeo (BCE), el FMI y las autoridades de la Unión Europea (CE). La Troika.
La estrategia implica reducir drásticamente el gasto público de los estados para obtener los excedentes financieros que permitan "pagar la deuda" soberana contraída con la banca internacional. La consecuencia inmediata de estas políticas son la recesión, la pérdida masiva de empleos, la caída de la inversión, una desconfianza generalizada, el recorte en las ayudas sociales y finalmente pobreza y desesperación en millones de familias, que no encuentran explicación a la pérdida repentina de sus viviendas, de su trabajo y la hipoteca que pesa sobre su futuro.
Esta situación, al disminuir el ritmo de la actividad económica paradójicamente empuja al agravamiento de la crisis. Ésta tiene consecuencias políticas además de sociales. Se sacude la unidad política de la Comunidad Europea, tiemblan los delicados equilibrios entre nacionalidades y regiones al interior de cada Estado miembro. No se sabe cuánta tensión más podrá soportar la actual estructura institucional sin romperse. De hecho, las democracias mismas están en peligro de perder su vitalidad, su contenido, su orientación hacia la gente y a la solución de sus problemas. Eso que se llamó Estado de bienestar es lo que está en crisis. Y con él está en crisis la democracia tal y como la reconstruyeron los europeos en los sesenta años que los separan del horror de la segunda guerra mundial.

Naturalmente que los sectores sociales más castigados por las políticas anticrisis protestan, lo hacen en las calles y ruidosamente, pero también lo hacen -para el que lo quiere ver- en silencio mostrando comportamientos impensados hace muy poco tiempo. Como revolver en la basura para obtener algún alimento. Son imágenes terribles que nos retrotraen a los años de la inmediata posguerra. Pero no hubo, no hay, una guerra europea en el sentido convencional del término.
Esta situación pone a prueba a las personas, en particular a los gobernantes. ¿Estarán a la altura de las circunstancias? ¿Serán poseedores de la mezcla de sensibilidad y racionalidad necesaria para enfrentarla?

Hace ya muchos años hubo en EEUU un presidente considerado brillante pero que acabó antes de tiempo y muy mal -echado- su segundo mandato. Su nombre era Richard Nixon y debió renunciar por mentiroso y porque lo pescaron. El caso que lo llevó al desastre es conocido como Watergate.

Era un gran orador. Una de sus piezas de oratoria más recordadas fue conocida como el discurso de "la mayoría silenciosa" (The silent majority), el que pronunciara el 3 de noviembre de 1969 al iniciar su presidencia.
En esos años, muy convulsionados para los EEUU por la guerra de Vietnam y los conflictos raciales, al infatuado de Richard se le ocurrió apoyar la continuidad de la guerra apelando a que las grandes manifestaciones antibélicas -aunque muy ruidosas y masivas- no eran representativas del verdadero sentimiento del pueblo norteamericano, el que con su silencio demostraba estar de acuerdo con su gobierno y que de esa manera, callando, le expresaban su confianza. Dijo en su discurso:

"En San Francisco, hace unas semanas, vi manifestantes llevando pancartas en las que se podía leer " Pierde en Vietnam, trae los chicos a casa", Bien, una de las fortalezas de nuestra sociedad libre es que cualquier Americano tiene el derecho de llegar a esa conclusión y defender ese punto de vista.
...Por casi 200 años, la política de esta nación ha sido hecha bajo nuestra Constitución por aquellos líderes en el Congreso y la Casa Blanca elegida por toda la gente. Si una minoría, fuese lo enérgica que fuese, prevaleciera sobre la razón y la voluntad de la mayoría, esta nación no tendría futuro como una sociedad libre.
...a vosotros, a la gran mayoría silenciosa de mis conciudadanos, pido vuestro apoyo. Juré en mi campaña presidencial acabar con esta guerra, de manera que pudiese ganar la paz. He iniciado un plan de acción el cual me permitirá mantener ese juramento. Cuanto mayor apoyo pueda tener de los ciudadanos Americanos, más pronto este juramento podrá ser cumplido. Cuanto más divididos estemos en casa, menos probable es que el enemigo negocie en París.
Unámonos por la paz. Unámonos contra la derrota. Comprendamos que Vietnam del Norte no puede derrotar o humillar a los Estados Unidos. Sólo los Americanos pueden hacerlo."

Por supuesto que Nixon no inventó la frase, solo amplió su significado y lo utilizó políticamente. Originalmente significaba, unirse a la mayoría silenciosa, es decir unirse a los muertos.

Nixon apelaba con esa frase a los sectores de clase media, urbana y rural, blancos de orientación más bien conservadora, honestos, que cumplen sus obligaciones, buenos cristianos, que no participan activamente en la política pero que pasan a representar los más tradicionales valores idealizados atribuidos a la sociedad yanqui. Existe en Youtube una versión completa subtitulada del documental Sir!, no sir! producido por la BBC y dirigido por David Zieger, que es una imperdible introducción testimonial a la problemática antibélica en aquellos años.

El término fue empleado con asiduidad por Ronald Reagan durante sus campañas electorales. Se puede decir que se ha hecho un lugar común entre los republicanos.

Díganme si no suena terrible y a la vez tan cargado de simbolismo. Rajoy está en Nueva York asistiendo a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Estrenando su gobierno y sus planes de ajuste ante los líderes del mundo y, especialmente, ante el gran lobby conservador de empresarios yanquis.

En la tarde de ayer se dispuso a disfrutar de su gran momento: dar una conferencia ante los miembros del exclusivo Club de las Américas, una institución conservadora que tiene por finalidad salvaguardar los intereses norteamericanos en los "países hispanos" como a ellos les gusta nombrarnos achatando las diferencias y simplificando las cosas.

En América Latina los conocemos bien, pero no nos han dejado para nada un buen recuerdo. En esos ámbitos -que tienen sus sucursales locales- se discutieron y prepararon muchas de las decisiones que trajeron hambre, pérdidas de empleos y de derechos y un sin fin de calamidades a nuestros pueblos, incluidos los golpes de Estado y dictaduras sangrientas. Pero volvamos al siglo XXI.

Así comenzó Rajoy su conferencia:

Permítanme que haga aquí en Nueva York un reconocimiento a la mayoría de españoles que no se manifiestan, que no salen en las portadas de la prensa y que no abren los telediarios. No se les ven, pero están ahí, son la mayoría de los 47 millones de personas que viven en España. Esa inmensa mayoría está trabajando, el que puede, dando lo mejor de sí para lograr ese objetivo nacional que nos compete a todos, que es salir de esta crisis”.

...“Si ellos están a la altura de la gravedad del momento que vivimos, creo que quienes ocupamos el espacio público, el Gobierno, el resto de las administraciones, los partidos políticos, el que apoya al Gobierno y la oposición, los medios de comunicación y los sindicatos deben estar a la altura de la sociedad y no estropear con intereses de vuelo corto la grandeza del comportamiento de nuestros compatriotas”.

Es que lo que había sucedido en las calles de Madrid con la represión a la protesta pacífica de cientos de miles de españoles, no lo dejaba bien parado ante la prensa internacional. Tampoco el desafío independientista del pueblo de Cataluña, ni las ambigüedades del presidente de la Generalitat.

 

En cierta forma y salvando las obvias distancias de tiempo y de espacio, la situación de Rajoy tiene un cierto deja vú de la experimentada por Richard Nixon.  Y no solo porque ambos emplearan la misma frase y con el mismo sentido.
En su caso Nixon apelaba al honor de aquellos americanos que no deseaban "abandonar a un amigo en apuros" y que estaban dispuestos a "honrar sus compromisos". Trató entonces de convencerlos de que él tenía un plan para que se pudiese llegar al fin de la guerra de una forma honorable y manteniendo, además, la libertad de Vietnam del Sur.

Nada fue como él lo esperaba. Entre ese discurso y la retirada apresurada, caótica y con inocultable aspecto de derrota total de las fuerzas norteamericanas y de su aliado survietnamita (1975), se descubrió y desarrolló el escándalo del Watergate (1972). Finalmente, Richard Nixon terminó pasando a la historia como el mentiroso -pescado en el acto de mentir- que realmente era, un tipo sin honor ni escrúpulos, en lugar del destino brillante que esperaba conseguir. Dejó dos aportes insustanciales, la apelación a "la mayoría silenciosa" como una astuta forma del engaño o una licencia para hacer cualquier cosa y la terminación gate que se suele aplicar a los escándalos políticos.

El problema de fondo de Nixon y, por extensión de Rajoy, es de orden moral. Nixon tenía la convicción de que él, sus intereses particulares y los de las corporaciones que lo apoyaban, estaban por encima de los intereses del pueblo norteamericano y, en consecuencia, más allá de la misma moral, honor y disposición para el sacrificio que atribuía a sus ciudadanos.

Rajoy, en una encrucijada similar, apela a similares estratagemas, afirma que la mayoría del pueblo español lo apoya en el camino de los enormes sacrificios que les propone hacer y que si lo siguen, claro está, luego de las inevitables penurias, les promete que verán la luz al final del túnel. Supone, como Nixon, que el silencio de sus conciudadanos significa aceptación del plan propuesto. Como poco, es demasiado suponer.
¿Realmente cree la mayoría de los españoles que no hay otro camino posible para superar la crisis?, ¿realmente no habrá muchos entre los silenciosos que piensen que sería mucho mejor si los costos se repartiesen de una forma más justa, cargando con más los que más tienen y no como se les está proponiendo que es justo al contrario?, ¿están callados porque están convencidos o porque están aterrados; porque los ladridos y gruñidos de la Troika les han metido realmente miedo?.¿No les estará pasando a los españoles lo mismo que les pasó a los griegos en las recientes elecciones?¿Se trata realmente de una elección libre e informada, democrática o, por el contrario, de un "lo aceptas o te quedas fuera"?

Es posible que Rajoy cometa el mismo error de apreciación que Nixon. Pero hay, además, una diferencia y no es pequeña, Nixon sabía que no podía faltarle el respeto a los cientos de miles de norteamericanos, muchos de ellos ex combatientes, que le exigían a grito pelado el fin de la guerra. No los llamó traidores a la patria, sino patriotas equivocados.

Rajoy, en cambio, maltrata a aquellos que le protestan, que no le creen, que se manifiestan en contra. En una muestra de insensibilidad muy preocupante, niega la realidad misma que acosa a miles de españoles y pretende ocultarla con un  pase de su capote discursivo. Pero su discurso, es sabido, no tiene siquiera la elegancia y la habilidad dialéctica que se pueden reconocer en el de Nixon.

Dice el diario El País:

"La crisis española, la económica y la política, han perseguido a Rajoy en EE UU. Poco importa que el presidente solo haya admitido dos preguntas de los periodistas, el domingo a su llegada al hotel. The New York Times publicó un sombrío reportaje sobre la situación social española -con mendigos rebuscando comida en la basura y familias desahuciadas- al día siguiente de que el Rey visitara su redacción; mientras que el presidente estaba en la sede de The Wall Street Journal y Madrid era escenario de una batalla campal. Incluso se topó con dos decenas de manifestantes independentistas a su llegada a la conferencia. En esas condiciones, poco importa que, como subrayó, su Gobierno disfrute de una holgada mayoría absoluta o que empresas españolas acometan proyectos de la envergadura del AVE a la Meca o la ampliación del Canal de Panamá. “La percepción de la imagen de España no se corresponde con la realidad”, se lamenta. Y la culpa la tienen los demás."

bastadeodio                                                                                 

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