Por una Patria Justa, Libre y Soberana

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jueves, 27 de febrero de 2014

Fruta Extraña

Fruta Extraña (Strange Fruit)

Árboles sureños cargan extraños frutos,
Sangre en las hojas, y sangre en la raíz,
Cuerpos negros se balancean en la brisa sureña
Extraños frutos penden de los álamos.

Escena pastoral del galante sur,
Los ojos saltones y la boca retorcida,
Perfume de magnolias, dulce y fresco,
Y el repentino olor de carne quemada.

Aquí está la fruta para que la desgarren los cuervos,
Para que la lluvia la tome, para que el viento la arrastre,
Para que el sol la descomponga, para que los árboles la dejen caer,
Esta es una extraña y amarga cosecha.

Letra y música:  Abel Meeropol (aka Lewis Allan)

El poema Strange Fruit surgió -según afirmó Abel- de la impresión que le causó ver esta imagen del linchamiento de Thomas Shipp y Abram Smith -dos afroamericanos- suceso ocurrido el 7 de agosto de 1930 en el pueblo de Marion (Indiana, EEUU) y que fuera tomada por el fotógrafo Lawrence Beitler.
Abel conoció una copia de la foto en 1937 y -según dijo- del dolor que lo persiguió varios días surgió el poema, el que fue publicado el mismo año en el periódico New York Teacher bajo el seudónimo de Lewis Allan. La música -muy sencilla- fue también compuesta por el mismo Abel. Las primeras interpretaciones relativamente públicas de la canción fueron hechas por su esposa en los mitines a los que asistían.

Abel, quien creció en el Bronx (New York), era judío, maestro y militaba en el Partido Comunista y, entre otras cosas, se convirtió en el padre adoptivo de los hijos de Julius y Ethel Rosenberg quienes, como se sabe, fueron juzgados y ejecutados por ser supuestos espías soviéticos en un caso que tuvo amplia resonancia internacional.

Dos años después, en 1939, la canción comenzó su camino a la inmortalidad gracias a la desgarradora interpretación grabada por Billie Holiday, quien afirmaba que al hacerlo literalmente le dolía el alma y le enfermaba el cuerpo.

Y no solo a ella le sucedía, se dice que cuando la cantaba en los clubes, era tal el respeto que inspiraba en los presentes que los mozos dejaban de servir copas y en el silencio de las salas hasta se podía oir el vuelo de una mosca.

 
Billie Holiday - Strange Fruit

bastadeodio